Cuando el destino está marcado nada lo puede alterar.
Incluso si uno quiere boicotearlo o descreer.
Eso mismo le sucedió a Christopher Lloyd, quien no quedó fascinado al leer el libro de Volver al futuro durante los descansos del rodaje en México de una película más...
Lo arrojó a la papelera (por aquella época la real, no la de reciclaje) y rechazó el proyecto con amabilidad..